
Uva Treixadura: Una joya Autóctona de Galicia
Uva Treixadura: La joya Autóctona de Galicia Sus Raíces en la Tierra Gallega y el Noroeste Ibérico En el fascinante
En el fascinante universo del vino, donde cada variedad cuenta una historia única, la Treixadura emerge como una de las narradoras más elegantes y cautivadoras del noroeste peninsular. Si bien el Albariño suele acaparar los titulares de Galicia, la Treixadura, con su discreta complejidad y su encanto sutil, es una gema que merece ser descubierta por cualquier amante del buen vino. Esta variedad autóctona merece ser mencionada por sus virtudes.
La Treixadura (también conocida como Trajadura en Portugal, donde se cultiva en menor medida) es una variedad de uva blanca autóctnea de Galicia, con una presencia histórica y fundamental en las denominaciones de origen más prestigiosas de la región, especialmente en **Ribeiro, Ribeiro Sacra, Monterrei y Valdeorras**. Su nombre, que se cree que proviene de “teixo” (tejo en gallego), o quizás de “treixón” (trenza, por la forma de sus racimos), ya insinúa su arraigo a la tierra.
Esta uva prefiere los climas atlánticos, suaves y húmedos, y los suelos graníticos y pizarrosos que caracterizan estas zonas de Galicia. No es una variedad de alto rendimiento, lo que contribuye a la concentración de sus aromas y sabores. Su brotación temprana y maduración media-tardía la hacen susceptible a las heladas primaverales, lo que exige un cuidadoso trabajo en el viñedo por parte de los viticultores.
Lo que distingue a la Treixadura es su perfil aromático y gustativo distintivo, que la convierte en un componente esencial de los vinos gallegos de calidad.
Tradicionalmente, la Treixadura ha sido la columna vertebral de los afamados coupages de Ribeiro, donde su equilibrio y finura complementan la expresividad del Albariño, la aromaticidad del Loureira o la estructura del Godello. Su capacidad para aportar volumen y acidez sin dominar el perfil aromático de las otras variedades la convierte en una compañera ideal.
Sin embargo, en los últimos años, hemos asistido a un resurgimiento de los vinos monovarietales de Treixadura. Los enólogos están explorando el potencial de esta uva por sí misma, produciendo vinos de una elegancia y complejidad sorprendentes. Estos monovarietales nos permiten apreciar la pureza de la Treixadura, su capacidad para expresar el terruño y su admirable potencial de envejecimiento, desarrollando notas más melosas y tostadas con el tiempo.
La excelencia de un vino, como bien sabemos los que dedicamos nuestra vida a comprenderlo, no reside únicamente en la habilidad del enólogo o en la calidad de la vid. Es la intrínseca conexión entre la variedad, el suelo y el clima —lo que los franceses tan acertadamente llaman terroir— lo que define su carácter único. En el caso de la Treixadura, esta relación es aún más palpable, forjando una uva que es un fiel espejo de su origen gallego. Como Master of Wine, me complace desentrañar la profunda influencia del suelo y el clima en esta joya blanca.
La Treixadura, como una dama de gustos refinados, prospera en tipos de suelo muy específicos que le confieren su mineralidad, frescura y sutil complejidad. Las principales zonas de cultivo en Galicia (Ribeiro, Ribeiro Sacra, Monterrei y Valdeorras) comparten características geológicas que son la clave de su éxito:
1. Suelos Graníticos: Predominantes en muchas zonas de la D.O. Ribeiro, son la piedra angular de la expresión de la Treixadura. Estos suelos, derivados de la desintegración del granito, son típicamente:
• Ácidos: Crucial para la retención de acidez en la uva, lo que se traduce en la vivacidad y frescura de los vinos.
• Pobres en Materia Orgánica: Esto fuerza a la vid a “sufrir” un poco, desarrollando raíces profundas en busca de nutrientes y agua. Este estrés hídrico moderado concentra los precursores aromáticos y los polifenoles en la uva, resultando en vinos más intensos y complejos.
• Arenosos o Franco-Arenosos: Ofrecen un excelente drenaje, evitando el encharcamiento que podría ser perjudicial para la vid y diluir la calidad de la uva. La Treixadura no tolera bien los suelos arcillosos pesados y húmedos.
• Profundos y Descompuestos: Permiten que las raíces exploren en busca de agua y minerales, aportando notas salinas y una mineralidad distintiva que se percibe en boca.
2. Suelos Pizarrosos (Lousa): Presentes en zonas de Ribeiro Sacra y Valdeorras, estos suelos, formados por roca metamórfica (pizarra), aportan una dimensión diferente:
• Calor por Retención Térmica: La pizarra tiene una gran capacidad para retener el calor durante el día y liberarlo lentamente durante la noche, lo que ayuda a la maduración óptima de las uvas, especialmente en viñedos con buena insolación.
• Mineralidad y Complejidad: Contribuyen a una mineralidad más marcada, a menudo con notas de grafito o pedernal. Pueden influir en vinos con mayor estructura y longevidad.
• Excelente Drenaje: Al igual que los graníticos, son suelos bien drenados, aunque pueden ser más compactos en profundidad.
3. Suelos Aluviales: En menor medida, en algunas zonas cercanas a ríos o valles se pueden encontrar depósitos aluviales. Estos suelos son más ricos y pueden llevar a una mayor producción, lo que no siempre es ideal para la Treixadura, ya que busca una cierta concentración de calidad. Los viticultores de Treixadura de alta calidad suelen evitar estos terrenos para sus mejores parcelas.
La combinación de estos suelos, a menudo en parcelas inclinadas y con bancales que maximizan la exposición solar y el drenaje, es fundamental para el carácter de la Treixadura. El viñedo ideal para esta variedad es, por tanto, un paisaje de laderas escarpadas, con suelos ácidos y bien drenados, donde la vid debe esforzarse para extraer la esencia de la tierra.
La Treixadura no es una variedad que se adapte a cualquier lugar; es una uva que ha coevolucionado con su terroir gallego. Los suelos graníticos y pizarrosos, ácidos y bien drenados, la obligan a enraizar profundamente, extrayendo una mineralidad que es la firma de los grandes vinos atlánticos. El clima templado y húmedo, con sus veranos moderados, permite una maduración lenta y gradual, preservando esa acidez vibrante y esos aromas delicados que la distinguen.
Comprender la Treixadura es entender su paisaje: las laderas escarpadas del Ribeiro, las terrazas heroicas de Ribeira Sacra, la orografía de Monterrei o Valdeorras. Cada sorbo de un vino de Treixadura es una inmersión en la geología y la meteorología de Galicia, una experiencia que trasciende el mero placer de la bebida y se convierte en una apreciación del arte de la viticultura en su máxima expresión.
Hemos explorado ya la profunda conexión de la Treixadura con los suelos graníticos y el clima atlántico de Galicia, desentrañando cómo este terruño moldea su carácter inconfundible. Sin embargo, para entender verdaderamente la riqueza de esta variedad, es esencial reconocer sus múltiples identidades y su presencia al otro lado de la “raia seca”, en Portugal.
En el complejo mundo de la viticultura, una misma variedad puede adoptar diferentes nombres según la región o incluso la tradición local. La Treixadura no es una excepción. Su sinonimia más relevante, y la que con mayor frecuencia encontramos, es Trajadura.
Trajadura: Este es el nombre que recibe mayoritariamente en Portugal, especialmente en las regiones del Minho (Vinho Verde) y, en menor medida, en el Douro. Es importante destacar que, aunque sea la misma uva genéticamente, su expresión fenotípica puede variar sutilmente debido a las diferencias en el terruño y las prácticas vitivinícolas locales.
Otras sinonimias, aunque menos comunes o de uso muy localizado, pueden incluir:
Conocer estas sinonimias es crucial para el sumiller y el aficionado, ya que permite identificar la uva más allá de las fronteras regionales y comprender la diversidad de vinos que puede ofrecer bajo diferentes etiquetas.
Mientras que en Galicia la Treixadura juega un papel protagonista, tanto en monovarietales como en ensamblajes de prestigio, en Portugal su presencia y función varían ligeramente. La Trajadura es una variedad tradicional y muy valorada en la región del Vinho Verde, en el noroeste de Portugal, una zona con un clima atlántico muy similar al de Galicia.
En el Vinho Verde, la Trajadura se utiliza predominantemente en coupages, donde cumple una función similar a la que tiene en los ensamblajes gallegos de Ribeiro:
Aportación de Cuerpo y Estructura: A diferencia de variedades como el Loureiro o el Arinto, que destacan por su aromaticidad y acidez punzante, la Trajadura contribuye con un mayor volumen en boca y una textura más untuosa. Esto ayuda a equilibrar la viveza y la acidez de otras uvas del Vinho Verde, dotando al vino de una mayor complejidad y redondez.
Moderación de Acidez: Su acidez natural, aunque buena, es generalmente más moderada que la del Alvarinho (Albariño) o el Arinto, lo que contribuye a un perfil más armonioso y menos afilado en el blend.
Aromas Sutiles: Sus notas de fruta de hueso (albaricoque, melocotón), pera y toques florales se integran elegantemente con los perfiles más exuberantes de otras variedades.
Aunque es menos común encontrar monovarietales de Trajadura en el Vinho Verde que de Alvarinho o Loureiro, algunos productores de vanguardia están comenzando a explorar su potencial en solitario, buscando expresiones más serias y con capacidad de envejecimiento. Estos vinos suelen ser un poco más intensos y redondos que sus homólogos de otras variedades de la región, y ofrecen una perspectiva fascinante sobre la versatilidad de la Trajadura.
La Treixadura, o Trajadura, es un magnífico ejemplo de cómo una misma variedad puede adaptarse y expresarse de manera diferente según el terruño y la cultura vinícola. Su capacidad para aportar equilibrio, cuerpo y una elegancia aromática sutil la convierte en una uva de gran valor, tanto en Galicia como en Portugal.
Gracias a su frescura, equilibrio y versatilidad, los vinos de Treixadura son extraordinarios compañeros gastronómicos.
• Pescados y Mariscos:La elección obvia, especialmente con mariscos frescos (ostras, percebes, nécoras) y pescados blancos a la plancha o cocidos.
• Cocina Asiática: Su acidez y notas cítricas maridan a la perfección con la cocina oriental, sushi, sashimi, y platos ligeramente especiados.
• Aves y Carnes Blancas: Pollo asado, pavo, e incluso cerdo ibérico a la plancha.
• Quesos Frescos y Curados Suaves: Quesos de cabra, quesos gallegos como el Tetilla o San Simón da Costa.
• Arroces y Pastas: Arroces marineros, paellas ligeras, pastas con salsas cremosas pero frescas.
La Treixadura no es solo una uva, es un reflejo de la identidad vinícola de Galicia. Su perfil aromático sutil, su equilibrio en boca y su capacidad para crear vinos con gran personalidad la posicionan como una variedad con un futuro brillante en el panorama vitivinícola mundial. Animo a todos los amantes del vino a descorchar una botella de Treixadura y dejarse seducir por su elegancia discreta.
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